Ojizo-sama es una deidad muy querida y respetada a lo largo y ancho del archipiélago japonés. Es un protector principalmente de los niños y de las mujeres embarazadas, pero también de los bomberos, los viajeros y de los peregrinos, aunque quizás sea más conocido por ser el guardián y salvador de los niños no natos.
Según cuenta la mitología japonesa, en el séptimo día después de la muerte, en el camino a la eternidad, el alma de la persona fallecida debe cruzar el río Sanzu y dependiendo de su karma, tendrá que pasar por encima de un puente de madera o por el agua infestada de demonios.
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Dado que los niños que nacieron muertos o que no llegaron a nacer no tuvieron tiempo para vivir y recoger el buen karma con buenas obras, no podrán cruzar el río , pero como por el mismo motivo, tampoco han recogido un mal karma, se dice que se ven obligados a permanecer por la eternidad al lado del río, construyendo torres de piedrecitas como penitencia. Pero entonces es cuando O-Jizo llega y los salva, cruzando el río con los niños escondidos en sus ropajes.
Es frecuente encontrar estatuas de Jizos cerca de cementerios, y a menudo padres dejan pequeñas ofrendas, ropitas de bebé, juguetes,etc… rezando a Jizo para que salve las almas de sus hijos.
Seguro que si vais o habéis ido a Japón habréis pasado por alguna ( o por muchas) estatuas Jizo, ¿no?